Los niños de la primavera

Una mujer Aries, Cáncer o Acuario, y un hombre Géminis, Virgo o Escorpio, fueron niños alguna vez y, luego, adolescentes, antes de convertirse en el hombre o la mujer que conocemos. ¿Ha cambiado también su carta astral al mismo tiempo que ellos? Es normal formularse esta pregunta: ¿siempre tendré la misma carta astral? o, más exactamente: ¿son inmutables las configuraciones inscritas en mi carta astral?
Responder afirmativamente significaría que sólo podríamos interpretar la carta astral de aquellos individuos con una personalidad ya estructurada. Estas preguntas no son tan anodinas y absurdas como parece. Responder a ellas nos deja entrever hasta qué punto, actualmente, la astrología es víctima de una cruel falta de ética, tanto en su estudio como en su uso. En primer lugar, hay que decir que una carta astral que se basa en el día, mes, año, hora y lugar de nacimiento, sirve para siempre. Sin embargo, se puede hacer una lectura para cada período de la vida, la cual no es que resulte distinta, ya que los datos inscritos no cambian, sino que se va actualizando en función del ciclo septenario de las edades de la vida y también, y sobre todo, acorde a la edad de la persona inscrita en dicho ciclo vital.
Siempre tenemos la misma carta astral. Sin embargo, el estudio de los tránsitos planetarios nos informa de los acontecimientos y circunstancias que nos rodean y encontramos, así como de nuestra propia evolución en relación a los mismos. Este movimiento en el interior del zodíaco refleja la constante formación del ser a lo largo de su vida. Decimos «formación» y no «evolución», ya que para nosotros la vida es una experiencia rica en enseñanzas, a lo largo de la cual tenemos que aprenderlo y comprenderlo todo. En este aspecto, todos somos eternamente niños. Por tanto, no es difícil comprender que el niño que fuimos y que todavía somos se perfila perfectamente en la sutil configuración de los astros, los puntos ficticios, las Casas y los aspectos contenidos en nuestra carta astral.