El consultante

Cuando un hombre o una mujer se decide a presentarse en la consulta de un especialista en artes adivinatorias, lo hace evidentemente movido por el deseo de enfrentarse a su futuro, sin miedo a los augurios, que el resultado final pueda depararle o, incluso con miedo, dispuesto a superar y encajar tanto lo negativo como lo positivo.
Si la persona en cuestión tuviera una decidida confianza en sí misma, un carácter potente capaz de asumir y utilizar en su provecho las premoniciones que del acto cartomántico se derivaran, el consultado encontrará un camino desprovisto de obstáculos y sus premoniciones podrán expresarse sin temor a la mella que las mismas pudieran ocasionar en el ánimo del consultante. Asimismo, conseguirá la relajación de su cliente sin un gran esfuerzo. En verdad, es este tipo de consultante el que permite a un cartomántico expresarse en toda su dimensión, sin temor a interpretaciones que hablen de secuencias poco agradables. Suele éste ser un consultante que no acude al cartomántico en busca de augurios alegres que vengan a realizar todos sus sueños y sí en pos de unas afirmaciones o advertencias que le permitan enfrentarse a lo venidero conociendo los «amigos» y «enemigos» -facilidades y obstáculos- que habrá de encontrar a lo largo del sendero marcado para su existencia; un consultante al que incluso puede predecírsele la proximidad de la muerte, sin recurrir a eufemismos que nublen o disimulen la tétrica premonición.
Cuando la persona a estudiar responde a unas características corrientes -dotada de cierta firmeza de ánimo, pero también susceptible de impresionarse-, el cartomántico debe hacer uso de su preparación psicológica para, sin llegar en ningún momento a traicionarse a sí mismo y traicionar al arte que representa, transmitirle los augurios nefastos de manera que puedan ser encajados sin predisponerle a un abatimiento que, lejos de servir para afrontarlos y combatirlos, le dejarán tristemente indefenso.
Si la que visita al cartomántico es una persona débil, de carácter fácilmente impresionable, deberá extremarse el cuidado con las frases utilizadas en la descripción de lo que la baraja vaya indicando. Es aquí donde el consultado deberá recurrir a toda su capacidad psicológica, de manera que, siempre sin mentir, sin traicionar la energía de una baraja que en caso contrario bien podría «vengarse» en sesiones posteriores mintiendo como antes suintérprete había mentido, transmita al consultante la «voz» de las cartas empleando una «traducción» que no incremente la debilidad intrínseca de quien la recibe.
Aquí comprobamos las dotes que deben definir la personalidad del cartomántico; la perspicacia psicológica debe ser una de sus características más relevantes.
En cuanto al consultante, que es de quien en verdad nos estamos ocupando en este apartado, nos permitimos recomendar a toda persona hipersensible y sin defensas para afrontar lo negativo que se abstenga de recurrir a la cartomancia y a cualquier otra ciencia adivinatoria, de este modo evitará colocar al adivino en la violenta situación de acercamiento a la infidelidad con lo que honradamente representa, y si, pese a todo, decide visitarle, sería conveniente que expusiera su deseo de oír únicamente lo que tenga relación con la parte positiva de su futuro, dejando a un lado lo que pudiera perjudicarle.
La comunicación con las energías suprasensoriales implica el valor de enfrentarse a lo que ellas puedan deparamos. La persona que para viajar exija la seguridad de un regreso absolutamente feliz, es mejor que abandone la idea del viaje y se quede en casa. En cualquier individuo la calidad de su existencia depende tanto de los períodos negativos como de los positivos; éstos no tendrían sentido sin la existencia de aquéllos. El sentido de cualquier palabra viene dado por la existencia de su antónima. Sólo quien conoce el sufrimiento puede gozar del placer; sólo quien ha vivido la desgracia está capacitado para vivir la felicidad.

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