La Baraja

Nos encontramos ante el instrumento -la herramienta- de trabajo del cartomántico. Si tenemos en cuenta lo dicho en páginas precedentes al resumir las características no comunes del adivino, comprenderemos sin el menor esfuerzo que la baraja juega un papel fundamental. Nos referimos, claro está, a la baraja personal de cada cartomántico, que debe constituir una prolongación de las capacidades suprasensoriales del que la utiliza. De modo que no estamos hablando de cualquier baraja y sí de la habitual en cada cartomántico.
Es de dominio público que un objeto cualquiera, tras un largo período de tiempo de pertenencia a un individuo determinado, se impregna de las fuerzas psíquicas de su dueño, llegando incluso al punto de hacer pensar a éste que tal objeto ha succionado parte de su esencia; de ahí el respeto de los vivos por las cosas que pertenecieron a los muertos. La baraja, pues, se impregna de la personalidad del cartomántico y cuanto más tiempo permanece a su servicio mayor es la comunicación entre el artista y el instrumento.
Esto viene a contradecir la opinión de algunos estudiosos que sostienen la conveniencia de que el cartomántico utilice una baraja nueva para cada consultante, sin reparar en que el canal es siempre el vidente. La energía va del cliente al vidente y el vidente la transmite a las cartas, ya que esta energía es la clave que hará que esa tirada sólo sea válida para ese cliente. La transmisión de energía se inicia con la presencia de uno frente al otro y se materializa con el corte que el cliente hace de la baraja.
Ya en el momento de comprarla, el cartomántico selecciona entre las que se le ofrecen en función de las vibraciones que puedan comunicarle al sentirlas en sus manos; algo muy parecido al encuentro de dos personas, cuando sin que medie ningún conocimiento previo nos sentimos atraídos o repelidos. Del mismo modo, establecido un primer contacto positivo donde «sin saber por qué» la presencia de otra persona nos produce relajación y felicidad, se iniciará un conocimiento mutuo que, muy probablemente, concluirá en unión íntima.
Cuando la baraja no es utilizada durante algún tiempo, debe guardarse en el armario destinado a tal fin, dentro de una caja de madera y previamente envuelta en seda morada.
No quiere esto decir que el cartomántico haya de limitarse a una sola baraja, pero las que posea -nunca demasiadas- deben responder a las condiciones apuntadas.

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