La evolución y Capricornio

El zodiaco, entendido como evolución humana, inicia su dinámica en el signo de Aries, acabando su ciclo en el de Piscis. Capricornio representa tanto el hombre sobre el Camino como la conciencia humana que empieza a sublimarse en el momento en que, comprendiendo la propia pertenencia al cosmos y evolucionando, transforma los vicios en virtudes, por ejemplo la testarudez en perseverancia.
Capricornio ya es de por sí el símbolo de la ascensión y de la evolución espiritual que se alcanzan sólo a través de renuncias y sacrificios. Se sitúa entre los primeros que aprenden que la felicidad no se encuentra fuera de uno mismo porque está en nosotros y en nuestras conquistas.
Durante la infancia y en los primeros años de la juventud el Capricornio está atormentado y a menudo tiene que afrontar grandes responsabilidades.
Debido a su carácter cerrado sus intenciones se interpretan mal y tiene que sufrir kármicamente envidias injustas.
El concepto de reencarnación está estrechamente relacionado con el de karma, una palabra derivada de una raíz sánscrita que significa «hacer»; por lo tanto el karma es la acción en el sentido más completo del término. Todo es acción, cada pensamiento y cada acción nuestra desarrollan y producen sus frutos, siguiendo la ley cósmica.
En el ámbito físico, la causalidad parece evidente (si me pincho o me quemo, siento dolor), pero muestra su acción incluso en el ámbito emocional y mental, puesto que cada sentimiento y cada pensamiento determinan repercusiones psicológicas que, a su vez, provocan determinadas reacciones afectivas y mentales.
La doctrina de la reencarnación nos enseña que, después de entender la dinámica del propio signo zodiacal de nacimiento, se puede alcanzar una mayor serenidad interior, expansión de ánimo, junto al éxito y a una plena realización en cada sector de la vida.
Capricornio está dominado por el planeta Saturno que, además de expresar la muerte y el tiempo, es el planeta por excelencia del karma que nos castiga y nos hace sufrir; por esta razón se le considera erróneamente como negativo. Pero recordemos que en el mundo todo está sometido a la ley binaria: no existe el bien sin el mal y viceversa. De forma particular el nativo de Capricornio, aunque en realidad todos nosotros, debe mucho a Saturno que empuja de forma despiadada hacia la perfección. Bajo su influencia la vida se convierte en una dura disciplina que pone en crisis la naturaleza humana, estremeciendo esa parte divina que duerme en cada uno de nosotros.
Saturno y el alma nacida en Capricornio tienen, respecto al Sol, la misma relación. Este planeta y el Sol están muy distantes el uno del otro; de ello se desprende que hasta que el individuo no ha crecido espiritualmente, siente mucho frío, precisamente como Saturno» que no recibe suficiente luz y calor de nuestro astro. Al ser una fuerza que limita, Saturno es la antítesis del Sol, una fuerza que irradia.
Todo no es tan trágico como podría parecer puesto que las dificultades presentadas por Saturno son proporcionales a las ocasiones que ofrece de superarse a uno mismo y a las circunstancias. Saturno es muy similar a Volcán que forja las almas a golpe de martillo hasta que, partida la corteza de plomo (metal de Saturno), consiguen alcanzar la conciencia del hombre.
Debido a su evolución, Capricornio tiene que realizar una verdadera obra alquimista: transformar simbólicamente el plomo en oro.