Mitología y simbolismo de Capricornio

signo capricornio

Glifo de apricornio

La mitología de Capricornio es muy compleja y revela la dualidad que se encuentra en todas las cosas. A Capricornio se le atribuye el dios Pan y, en uno de los muchos mitos que se refieren a él, se cuenta que mientras Pan permanecía tranquilamente sentado a orillas del Nilo, Tifón intentaba raptarlo. Esto último simboliza la naturaleza inferior, el demonio que es siempre un ángel maligno, exactamente como Lucifer que era, antes de su traición, el ángel preferido de Dios. Para huir de Tifón, Pan buscó refugio en el río Nilo, convirtiéndose de esta forma en un anfibio: mitad delfín, mitad cabra. En la antigua iconografía egipcia Capricornio era representado por un pez-cabra.
Capricornio expresa por lo tanto la lucha entre el bien y el mal; de hecho, si supera su naturaleza inferior se convierte en el mítico Unicornio. Este dualismo se encuentra no sólo en los mitos sino también en muchas religiones. Los romanos, por ejemplo, adoraban al dios Jano que tiene dos caras, una que mira al pasado y la otra al futuro. Este dios tenía su fiesta en el mes de enero que es precisamente el mes de Capricornio. Jano tiene una llave en la mano derecha para abrir simbólicamente la puerta al año nuevo, mientras que en la izquierda sostiene una guadaña para segar el tiempo. El simbolismo de la guadaña está muy relacionado con este signo por medio de su planeta dominante Saturno que representa por excelencia lo viejo, el tiempo.
El mito de Cronos, o Saturno, nos cuenta que su madre, Gea, estaba casada con Urano (en astrología el segundo planeta dominante de Capricornio), que estaba muy celoso de ella, y del amor por sus hijos, los Titanes, y por esa razón los lanzó al Tártaro; sólo el más pequeño, Saturno, se salvó.
Cuando llegó a la edad adulta, Cronos, en complot con su madre, le arrebató a su padre la virilidad; de las gotas de la sangre derramada nacieron las terribles Erinias. De esta forma Saturno se convirtió en el amo del cielo, pero su madre le advirtió que debía prestar atención; le esperaba el mismo destino que a su padre, es decir, perder el poder y morir a manos de su hijo. Para evitar que la predicción se cumpliera, Saturno decidió comerse a los hijos que tuviera con su mujer Rea, conforme fueran naciendo (simbólicamente este acto significa que el tiempo se desvanece en la nada, se borra a través de las agujas del reloj). Pero la diosa no quería perder a todos sus hijos y, desesperada, engañó a Cronos dándole una piedra envuelta en un trapo en lugar de su último recién nacido. De esta forma se salvó Júpiter, al que su madre escondió en una gruta en Creta donde la cabra Amaltea cuidó de él.
A continuación viene el mito de Hércules que explica su descenso a los Infiernos para liberar a Teseo de sus sufrimientos. Teseo, encadenado, estaba sometido a indescriptibles sufrimientos porque había intentado raptar a Perséfone. Una vez terminado su trabajo, Hércules devolvió la luz a la tierra.
Este camino de las tinieblas hacia la luz se asocia con la montaña sagrada con la que se identifica Capricornio, que asciende de las profundidades de las aguas hasta lo más alto de la montaña, donde se sumerge en la luz divina. Simbólicamente, Capricornio representa el duro trabajo que se tiene que realizar sobre sí mismo, superando el apego a la materia y volviéndose conscientes de la propia parte divina.
En el glifo de Capricornio, además, vemos unidas la parte superior de una cabra y la inferior de un delfín; esto simboliza también el tiempo. De hecho, la cabeza de la cabra se corresponde con el mediodía de la tierra, la hora en la que el Sol se encuentra en el punto más alto del cielo, mientras la cola del delfín se corresponde con la medianoche. Capricornio camina con mucho trabajo, y sobre todo muy lentamente, hacia la cima del mediodía terrestre; la medianoche del cielo hace referencia simbólicamente a los valores interiores, a la ascensión espiritual.
Según la escritura jeroglífica egipcia, la palabra cabra está compuesta por los mismos signos que la palabra vida; a partir de esto se comprende claramente la diversidad de las tradiciones entre oriente y occidente.
En el mito occidental Saturno representa, además del tiempo del hombre, también la muerte, mientras en Oriente se relaciona con la vida. Quizás esto deriva del hecho que en Oriente no se acepta la muerte física como un fin, sino que se considera como un momento de pasaje hacia otros niveles.
El jeroglífico de la palabra cabra era similar a la cara de un hombre, significando de esta forma cara de cabra. La conexión que hay entre Capricornio y el simbolismo de cara de cabra y de vida eterna se encuentra en estrecha analogía con el concepto de reencarnación, del cual el signo es el símbolo.
El griego Porfirio, en su obra sobre la gruta de las ninfas, escrita hacia el 300 d. de C., afirma que las almas llegan sobre la tierra a través de la puerta de la humanidad, situada en el signo de Cáncer (y realmente este signo dominado por la Luna influye particularmente en los nacimientos), y que después de su existencia vuelven al cielo atravesando la puerta de los Dioses, situada en el signo opuesto, es decir en Capricornio.
De esta forma, el signo de Capricornio simboliza en todas las leyendas y los mitos la ascensión del ser de las profundidades del agua hasta la cumbre de la montaña. El delfín avanza desde los abismos hasta la tierra y aquí se transforma en Capricornio que al principio se representó únicamente con la cola de pescado y sólo a continuación se convirtió en la cabra de la montaña. Esta interpretación se relaciona con la idea de que la vida viene del mar, de las aguas primeras, comparables con las aguas amnióticas en las que se desarrolla el feto.
Una de las primeras representaciones del signo se encuentra en los hallazgos arqueológicos babilonios. El zodiaco babilonio está compuesto por 18 constelaciones, entre las que se encuentra una llamada suhar mas, es decir, «cabra-pez», que está relacionada con Ea, que significa «el antílope del océano subterráneo», llamada también kusarillu o «el pez carnero».
Dominadora de los océanos, la diosa Ea se representaba a veces con un gran manto cubierto de escamas de pez y de cuya parte inferior sobresalía, para indicar que poseía también una naturaleza humana, una pierna. Según el mito, Ea, amiga del hombre, se le apareció unas cuatro veces surgiendo de las profundidades del océano para enseñarle la tolerancia.
También en esta historia encontramos la analogía de los valores agua-tierra y en realidad el signo de Capricornio debería considerarse como un signo doble, pero esto la astrología tradicional no lo tiene en cuenta puesto que indica como signos dobles sólo los Géminis, el Sagitario y los Piscis.
Esta dualidad, expresada de una manera tan clara en los diversos mitos y posteriormente empleada en el simbolismo hermético, obliga al nativo de Capricornio a escoger entre la vida de las tinieblas y la de la luz espiritual.