Saturno

Saturno simboliza el aspecto racional de la inserción en la existencia: la consciencia de las adversidades y por lo tanto de los aspectos difíciles de la vida, la prudencia y la desconfianza necesarias para defenderse, el compromiso en la superación de los obstáculos, distanciado de implicaciones sentimentalistas. Se trata del planeta de la seriedad y del rigor de juicio, de la introversión y de la soledad: sitúa a la persona frente a los aspectos menos agradables de la existencia, la pone a prueba midiendo su grado de autosuficiencia; invita a la sobriedad y a la parsimonia en el uso de los propios recursos, impone cautela y reserva en los contactos con el prójimo, organiza y estructura la voluntad para hacerla tenaz y constructiva, infunde fuerza de ánimo y resistencia moral. Significa los conceptos del deber y la responsabilidad, Saturno lleva consigo la fama de planeta maléfico: en realidad es un componente indispensable en la madurez de la persona, que debe saber enfrentarse con la pura realidad. Saturno enseña a reconocer apasionadamente la realidad de los hechos, a mantener las distancias de un compromiso excesivamente emotivo que impediría un juicio imparcial y una tutela eficaz de los propios intereses; apaga el entusiasmo, enfría los arrebatos, impone renuncias pero refuerza las ambiciones, dando la medida de lo que la persona está dispuesta a sacrificar para alcanzar sus objetivos. Es símbolo de estoicismo, de sensatez, de autoridad y severidad, de las capacidades de coordinación y planificación, de intransigencia, dureza y tenacidad.
La presencia de un Saturno dominante en el tema determina una personalidad seria, controlada y responsable; la persona es desconfiada, reservada, inclinada hacia el pesimismo y el escepticismo, pero sabe imponerse una línea de conducta coherente y precisa, que la sitúa en condiciones de afirmarse en el tiempo, superando incluso dificultades relevantes.