¿Para qué sirven los sueños?

¿De dónde vienen? ¿Tienen un sentido? ¿Qué significan?
Los psicoanalistas modernos no fueron los primeros en formularse estas preguntas. En Babilonia, en el antiguo Egipto, en Israel, en Persia, en la India, en China, en Japón ya se lo planteaban, mucho antes de la aparición de la escritura.
Y también se conocían los efectos terapéuticos de la interpretación de los sueños. De este modo, el hombre antiguo daba y encontraba un sentido a sus sueños utilizando el lenguaje de los signos, de los símbolos, de los mitos y de las creencias. Más tardecen los países islámicos la oniromancia fue el único arte adivinatorio aceptado por el Profeta y predicado a los creyentes. Estos elaboraron un verdadero código moral o deontológico para la práctica de esa manda, que nada debe al sistema elaborado por nuestros psicoanalistas actuales.
Así eran las palabras que pronunciaba el profeta, este oniromántico -o sea, el intérprete de los sueños o antepasado de nuestro psicoanalista moderno-, cuando uno se disponía a confiarle su sueño:

¡Que el bien te resulte próximo y que el mal se aleje de ti! ¡Que sea un bien para ti y un mal para tus enemigos! ¡Loado sea Alá, señor del universo! Cuenta tu sueño.