La piedra preciosa es el símbolo de nuestro centro interior, del yo, del alma. En especial, la perla es el símbolo de la virginidad, de la feminidad creadora, del amor, del matrimonio, de todo lo que está escondido y es precioso y puro, además de ser verdad y conocimiento.
El diamante, la reina de todas las piedras, simboliza la pureza, la castidad, la fidelidad, el amor eterno, la integridad de carácter, la virilidad, la madurez psíquica, la inmortalidad, la sabiduría y la perfección. La amatista, dotada según antiguas creencias de poderes mágicos y terapéuticos, simboliza la humildad, la templanza y el equilibrio psíquico. El jade, al que los antiguos le atribuían un valor sagrado, se vincula al principio vital masculino, y simboliza las virtudes materiales, morales y espirituales: es decir, pureza, lealtad y justicia.
El ámbar simboliza la energía psíquica del cosmos, por sus cualidades electromagnéticas, que lo hacen actuar como un condensador: algunas personas llevan amuletos de ámbar justamente para recargarse de energía psíquica cósmica.
A la esmeralda se le atribuyen virtudes misteriosas y milagrosas: es símbolo del conocimiento secreto, de perspicacia, clarividencia, curación, fecundidad e inmortalidad.
La interpretación popular es positiva: las piedras preciosas anuncian riqueza y seducción. Recibirlas como regalo hace presagiar un amor alegre; donarlas traerá buenas noticias.
El diamante representa el símbolo de éxito en los negocios, el zafiro promete favores inesperados y la amatista asegura intuiciones ajustadas a los hechos. El topacio indica triunfos en circunstancia difíciles, la turquesa confirma que las decisiones tomadas son adecuadas, la aguamarina predice armonía sentimental y el rubí una decisión imprevista, más o menos acertada según el brillo de la piedra. El ópalo, en cambio, trae desgracia y tristeza.
Las piedras oníricas simbolizan, para los intérpretes de la Antigüedad, a los hijos. Les acechará un peligro si se sueña que se desmonta la piedra de una joya, o si se rompe o se pierde. El intérprete Daniel, en la Biblia, ve en las piedras un significado desfavorable porque predicen disgustos y peligros. Más optimistas son los intérpretes persas, que ven en la cornalina y en el rubí el anuncio de una buena descendencia y una mujer hermosa. En el coral en la esmeralda y en el topacio ven signos de riqueza y de prosperidad; en el ágata, de fortuna.