Los sueños relativos a la muerte no son, como erróneamente se cree, el anuncio de una muerte real, sino el símbolo de una muerte psíquica, de una transformación interior. Cuando se sueña luto hay que preguntarse por quién o por qué puede sentirse luto en la parte interior del propio soñador.
Especialmente en la segunda parte de la vida los valores se transforman, y las cosas que hasta entonces eran importantes para nosotros pasan a un segundo plano, nos abandonamos. El ocaso de estos valores se manifiesta en el sueño como una cosa moribunda por la que uno debe vestirse de luto.
Puede ser también la representación del dolor por un sentimiento, por un amor, por un amigo que muere. El luto onírico nos comunica que, en parte, aceptamos el adiós a valores, situaciones o personas y que estamos viviendo el sufrimiento y el distanciamiento de todo ello. Representa el símbolo del paso entre lo viejo y lo nuevo.
Freud invoca la acción de deformación operada por el sueño, en especial la transformación del sentimiento en su opuesto, y hace del sueño un símbolo de esperanza. Uno se libera de aquello que ha muerto y retoma una nueva vida.
Jung destaca que se está de luto frecuentemente por uno mismo, por algunas cosas que ya no están.
También la interpretación popular se alinea con la interpretación dada por los modernos y juzga los sueños de luto de todo menos de infaustos. Estos representan, sencillamente, el fin de una ilusión, de una esperanza, de un sentimiento o también la liberación de un pensamiento.
También los intérpretes de la Antigüedad dan al luto un significado favorable: Artemidoro reconoce en ellos una promesa de felicidad, especialmente si el luto se lleva por un cónyuge, y los egipcios hacen óptimas previsiones relativas a la riqueza del soñador, que verá aumentar su futuro patrimonio. En el Talmud se dice que soñar con luto y que se derraman lágrimas anuncia una gracia enviada desde el cielo.