El fuego de Géminis

Otro fenómeno lumínico de carácter geminiano que ha sido tratado con simplismo científico ha sido el del llamado fuego de San Telmo que, como flama de gas, aparece en el aire posándose en objetos metálicos durante las tormentas.

En la Antigüedad los marinos sabían interpretar su significado según las partes de su nave que fueran tocadas, así como la presencia de una o dos. En el primer caso los augurios eran funestos, pero si las llamitas se presentaban en pares se les aclamaba jubilosamente como promesa de que todo saldría finalmente bien no sólo en cuanto al episodio de la tormenta, sino también en lo relativo al comercio de la carga que transportara el barco.

Esto es así desde que en el viaje a la Cólquida una terrible tormenta se contuvo y aplacó en el instante en que sobre las cabezas de Castor y Pólux aparecieron sendas guirnaldas de llamas azules. A partir de aquel episodio de su leyenda se les consideró protectores de la navegación, en la misma medida en que ya lo eran de los caminantes.

Pero, en lo hermético, los fuegos en la cabeza de los hermanos indican mucho más que la brillantez mental que transmiten a los nativos del signo zodiacal que conforman. Refieren la realidad de que Mercurio, donador del fuego a la Humanidad, le dio con él el don de alumbrarse en más de un sentido, es decir, en todos los que alumbra el concepto de sabiduría, aunque sin que este fuego otorgue la inmortalidad, pues semejante habría de serle concedido al hombre gracias a Prometeo.

Él robó el fluido al que tenía acceso como regente de Acuario y lo distribuyó entre toda la especie humana. Este fluido se acumuló en el mar regido por Neptuno y que otorga al hombre facultades que ya trascienden el ámbito cerebral propiamente dicho y llegan a lo espiritual o periespiritual, haciendo que la materia se altere por obra del espíritu, lo que ya, como temieron los dioses, podría permitir a la Humanidad capacidades que ellos no estaban dispuestos a conceder.

Signo Géminis