Comienzo de la clarividencia

Conocer para dominar

Uno de los aspectos más fascinantes de la profecía y de la ciencia oculta es, sin lugar a duda, la clarividencia, cuyo sentido histórico-etimológico hemos intentado aclarar.
Vamos a analizar ahora el mérito de la adivinación sobre la bola de cristal. Hay que decir, en primer lugar, que, al contrario de lo que se cree, ésta no implica de ningún modo el estado de trance absoluto, a no ser que se trate de una condición espontánea de pérdida del nivel consciente y sensorial y de una acentuación de los hábitos mediánicos. La mayoría de las veces ocurre, en cambio, que el sensitivo, puesto naturalmente en las condiciones especiales requeridas por la práctica adivinatoria (en este caso, la meditación con la bola de cristal), consigue entrar, más o menos profundamente, en estado de clarividencia.
Acepten las consideraciones y los consejos prácticos que iremos exponiendo a continuación: son el fruto de una larga experiencia con la bola de cristal.
Todo se puede hacer, siempre y cuando lo queramos y lo deseemos, con fuerza. Pero es muy poco razonable correr riesgos inútiles y meterse en peligros por facilonería e imprudencia, infravalorando el alcance de los llamados fenómenos «paranormales».
Incluso para la meditación a través de la bola hay que tener unos conocimientos válidos que permitan realizar las mejores prestaciones. El conocimiento de un fenómeno está en la base de su aceptación real: aceptar ese fenómeno significa, en el fondo, tener la capacidad de dominarlo según su proceso y, por tanto, no sufrir pasivamente sus manifestaciones y el desarrollo de los acontecimientos que le atañen.
La ciencia moderna, en efecto, ha demostrado de manera irrefutable que los pensamientos son vibraciones energéticas que se pueden medir con instrumentos adecuados. La Royal Society de Londres ha aprobado el principio de que las ondas cerebrales tienen una amplitud reducida y una frecuencia superior a la de los rayos X. Estas ondas, que se propagan desde el cerebro, producen unos estímulos capaces de determinar la aparición de imágenes similares a las primeras. El fluido magnético está relacionado con dicha transmisión. Emmanuel Swedenborg (Estocolmo, 1688-Londres, 1772), considerado el «padre» del espiritismo moderno, en su obra Pneumología o Doctrina de los Espíritus escribe: «El fluido universal establece una comunicación constante entre los seres. Este fluido es el vehículo de la transmisión del pensamiento, lo mismo que sobre la Tierra el aire es el vehículo de la propagación del sonido. Es una especie de telefonía cósmica que une a los mundos y permite a todos sus habitantes comunicarse los unos con los otros. El fluido personal es una modificación del fluido universal».
Éstas son, pues, las vibraciones que son captadas por el sensitivo cuando se pone en contemplación sobre la bola de cristal, con fines adivinatorios o previdentes: puede escudriñar así, desde lejos, lo infinitamente pequeño —como alguien lo ha definido—, el presente, el pasado, el futuro. Por tanto, está en condiciones de activar el llamado «campo de respuestas vibratorias». Y he aquí que los pensamientos, a través del sensitivo, cobran vida sobre ese gran iris que es el cristal de la bola.