El conjuro

El rito del conjuro se lleva a cabo también a lo largo de siete días consecutivos. Además de las reglas dictadas para la purificación, para el conjuro hay que abstenerse lo más posible de la comida y evitar totalmente comer carne. En las meditaciones de estos siete días hay que adquirir el compromiso importante de erradicar de nosotros los defectos más graves. La habitación ha de ser la misma que se ha utilizado para la purificación, lo mismo que la silla: a nuestras espaldas encenderemos, en cambio, una vela roja.
Encima de la mesa, además de la bola, se colocarán cuatro velas blancas hechas con cera virgen.
El Lamen, en cambio, se tiene que poner encima de la bola de cristal. Las velas blancas se encenderán en sentido horario.
Ahora vamos a invocar al gran nombre de Jehová y a los habitantes del elemento fuego: las salamandras.
Una vez alcanzado el estado de equilibrio interior, recitaremos la siguiente plegaria por cuatro veces (una por cada vela blanca) e iremos apagando sucesivamente las velas, esta vez utilizando el pulgar y el índice de la mano derecha.

Padre inmortal de todas las cosas.
Tú, que desde el elevado trono
de tu potencia miras el mundo
con ojos temibles.
Tú, que todo lo escuchas, no deseches
al que invoca tu protección.
Tú, que resplandeces, brillante
y soberano sobre el mundo.
¡Fuego,
que destruyes el mal,
pero que calientas y alimentas
al que se atreve a buscar
tu protección!
¡Amén!

El conjuro sirve, principalmente, para proteger tanto al consultante como al operador de ondas reflejas y de fluidos negativos. No hay que olvidar que la esfera tiene una doble acción: la de la videncia y la del exorcismo.