Historia de la bola de cristal

El hombre y la magia

Las técnicas adivinatorias basadas en la capacidad de videncia siempre han tenido un papel especial en las profecías. Antaño existían los más variados oráculos populares, que todo el mundo podía consultar; sin embargo, cuando se trataba de problemas realmente importantes, la gente prefería consultar a un vidente. El vidente era considerado un experto en el campo de la adivinación porque la videncia era un don especial; por eso, el consejo de un vidente era lógicamente más apreciado que los resultados de la propia consulta del oráculo.
Ralf Tegtmeier, en la Introducción al Gran Libro de los Oráculos, asegura que, en realidad, «las técnicas visuales, junto con el método binario, son las únicas que nos permiten elaborar un pronóstico de acontecimientos concretos… Lo mismo que el horóscopo para el astrólogo, la bola de cristal le sirve al vidente únicamente para favorecer la concentración… Pero todos los que no descubren por casualidad que son videntes, en un principio, tratarán de aprender la técnica de la videncia recurriendo a uno de los oráculos visuales. «Las instrucciones para el aprendizaje de la videncia son pocas. Por eso, hay mucha gente que no tiene ni idea de lo que es una visión y de cómo se produce… Hasta ahora, todos los intentos hechos para explicar científicamente la visión han fracasado, por lo que no es de extrañar que la capacidad de videncia sea puesta en duda. Además, las informaciones que nos llegan directamente a través de la prensa, la radio y la televisión contribuyen muy poco al esclarecimiento del problema. Y no se puede echar la culpa a los autores de esos servicios (periodistas, etc.), lo que ocurre es que los videntes que se presentan ante el público, muchas veces son, en realidad, unos charlatanes. No hay más que seguir las previsiones económicas o políticas de cada fin de año para darse cuenta del abuso que continuamente se comete con los títulos de «vidente». Estos pronósticos, en su gran mayoría, están equivocados. Por eso, no es de extrañar que la profesión de vidente tenga tan mala fama entre el público. Los «verdaderos» videntes, por lo general, son muy reservados, huyen incluso de todo tipo de publicidad…»

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