Los espejos mágicos 1

De ahí deriva el símbolo del análisis científico, de la prudencia, de la circunspección, de la reflexión en sentido moral. Para todas estas figuraciones se usa el espejo, a veces rodeado por una serpiente.
Por eso, los espejos «mágicos» tienen muchas analogías con la bola de cristal y con sus métodos y sistemas de adivinación. La visión en el «espejo mágico» (lo convierte en «mágico» tanto el material empleado como la forma concreta de magnetización) se llama catoptromancia, y seguramente se practicó aún antes de la adivinación con la bola de cristal. Hay textos muy antiguos que aseguran que de la profundidad de los espejos puede ser evocado nada menos que Satanás, quien puede mostrar a sus adeptos acontecimientos y cosas del pasado, del presente y del futuro, además de tesoros escondidos. Hay también otros textos que nos hablan de adivinaciones a través de la bola de cristal que han hecho posible la comunicación con los difuntos.
Puede que de ahí derive la creencia popular según la cual «romper un espejo es presagio de desgracia». Ha habido «espejos consagrados a los dioses», «espejos parlantes» que aconsejaban remedios contra distintas enfermedades y, en las noches de luna nueva, contestaban a todas las preguntas. También es muy antigua y muy extendida la creencia de que los espejos, al mismo tiempo que reflejan la imagen y la figura del hombre, roban algo de su espíritu vital (por lo que, al romperlos, se rompe también un aspecto de la personalidad del individuo). Los hay que, aun en nuestros días, no pueden dormirse si no tienen, al lado de su cama, un espejo que recoja las ondas negativas enviadas contra él (o contra ella) por personas envidiosas o malvadas.
En algunas zonas de la India oriental existen todavía unos adivinos que son consultados cuando alguien ha sufrido un robo o ha perdido algo, o cuando ha sido herido por un desconocido, y se quiere localizar al culpable. En estos casos se acude al chamán o adivino, que introduce al consultante en una habitación iluminada por una vela. No se puede entrar en la habitación de los espejos sin tener los ojos vendados. El chamán quema en el incensario unas hierbas, recita las plegarías rituales y pide a las fuerzas superiores que le muestren a la persona que ha cometido el robo o cualquier otro acto delictivo. El consultante, a pesar de que tiene la venda en los ojos, asegura ver algo que confirma todo lo que el chamán está evocando, «coloreando» así la visión. En este rito, los espejos son sujetados por un niño o por una muchacha virgen, adecuadamente iniciados para esta forma de previdencia.
Los «espejos mágicos» utilizados por el vidente son de cobre, un cobre bien bruñido y tan liso que se vuelve reluciente. Otros videntes prefieren el espejo de cristal, pintado de negro por detrás y rodeado por un marco. Otros más utilizan espejos cóncavos o convexos, acercándose así, cada vez más, a la forma de la bola de cristal. En las cuatro extremidades del espejo se graban los nombres sagrados de Jehová, Schaddai, Adonai, Elohim, y se magnetiza durante cuarenta y ocho días.
Todos los magos más famosos de la antigüedad han buscado el «paso» del espejo a la bola de cristal; y, aunque sobre este tema hay pocas fuentes dignas de consideración, lo cierto es que la adivinación a través de la esfera de cristal ha ido abriéndose paso cada vez más, en un principio sustituyendo en parte la adivinación con los espejos mágicos y adquiriendo luego un papel hegemónico a lo largo de los siglos, a pesar de que permanecía inmersa en una atmósfera de misterioso hermetismo.