Sexualidad de Leo

Las actitudes teatrales que caracterizan a Leo tampoco están ausentes en la cama. Por eso necesita de una buena escenografía, cuanto más lujosa y sensual mejor. Las sábanas de seda le resultan mejores que las de algodón y las luces estratégicamente colocadas con colores difusos, mucho más incitantes que la luz del día, la oscuridad total o el velador de la mesa de luz. Por supuesto, también prefiere el champagne o el buen whisky a un vaso de agua fresca, y el perfume francés más caro al modesto aroma del jabón o la colonia.
Sus tendencias histriónicas hacen de cada relación sexual una verdadera función de gala de la que no podrán estar ausente los aplausos. ¿Cómo estuve? ¿Qué sentiste? ¿Soy realmente formidable? Serán las preguntas obligadas que formulará y para las que esperará una respuesta tan elogiosa como detallada.
Igual que en el teatro, en la cama el vestuario le resulta fundamental. Y no se trata sólo de lucir un buen pijama de seda, un camisón sensual o una desnudez provocativa. Se trata, además, de probarse todo tipo de disfraces y de concretar así las fantasías eróticas más osadas, de fingir situaciones que hagan surgir el deseo y de dramatizar todos los dictados de la imaginación.
Como el deseo de Leo aumenta con la autocontemplación, en su dormitorio jamás faltarán los espejos, tanto en las paredes como en el techo. Además de súper «star» indiscutido, también es un fervoroso espectador de sí mismo.
Un show tan cuidado debe durar mucho tiempo para ser disfrutado en plenitud, por eso se demorará en los prolegómenos más allá de lo que resultaría razonable para otro signo menos ególatra. Su amante debe desearlo con la máxima intensidad y halagar su vanidad tanto como le sea posible, antes de que la relación llegue a consumarse.
Aunque durante toda la función el León se esforzará por demostrar que es el mejor amante del mundo, siempre antepondrá su placer al de su pareja y siempre preferirá llevar a la práctica sus propias fantasías que las ajenas. Su placer no proviene tanto del goce del otro como de la comprobación de sus propias aptitudes para hacerlo gozar.
Su espíritu lúdico lo llevará a transformar la relación en una sociedad de dos destinada al juego y su encendida imaginación erótica propondrá siempre atrevidas formas de diversión. Esta divertida faceta de su personalidad, cuando se exacerba demasiado, puede llegar a molestar a su pareja. No es fácil encontrar a alguien siempre dispuesto a decir que sí a sus caprichosos juegos eróticos. Por suerte para la estabilidad de la relación, estos juegos comienzan a disminuir un poco a medida que el amor se profundiza.