Las runas que estáis a punto de fabricar serán aliadas valiosas en vuestro viaje por la vida. Es positivo considerarlas amigas. Tratadlas siempre con respeto, y al labrarlas hacedlo con amor.
No las prestéis a nadie. Son para vuestro uso personal. Cuando las hayáis terminado les habréis imbuido VUESTRA energía y VUESTRA fuerza vital, ya que su fin será servir VUESTROS propósitos. A algunas personas ni siquiera les gusta realizar lecturas para nadie, aunque yo no considero que la pequeña cantidad de tiempo que estarán en manos de otros con objetivos adivinatorios pueda alterar el vínculo que habéis creado con ellas. Una vez más, se trata estrictamente de una cuestión de preferencia personal, y sois vosotros quienes tendréis que decidir qué sentís al respecto. Tal vez a veces descubráis que todas las personas que conocéis (y algunas que no conocéis) os reclamarán que les hagáis una lectura. Si se tornan molestas, quizá deseéis poner fin a la situación explicándoles el principio antes mencionado. De ese modo os ahorraréis mucho pesar, ¡aunque algunos de vuestros amigos más cosmopolitas quizá no entiendan cómo podéis estar tan unidos a unos trozos de madera!
Las runas se pueden fabricar con cualquier material natural. Pueden ser de piedra, arcilla o madera, y las debería hacer a mano la persona que pretenda usarlas. Mi primer juego lo realicé con unos guijarros de río bastante uniformes procedentes de Japón que compré en una tienda local. Me sirvieron bien. El juego que tengo ahora lo fabriqué con piezas redondeadas de roble con los símbolos pintados en rojo.
La madera ha sido el material largo tiempo preferido para fabricar runas, lo cual explica por qué los juegos de los primeros siglos no han sobrevivido para iluminarnos en la actualidad. Son numerosas las palabras para «piezas de madera» asociadas con las runas. Tres ejemplos del nórdico antiguo para ello son STAFR (estaca, letra o conocimiento secreto), TEINN (rama, palabra talismánica para la adivinación) y HLUTR (lote para la adivinación, objeto talismánico).
El juego de runas más antiguo en existencia está grabado en hueso. Supongo que también podéis emplear hueso para fabricar las vuestras, pero, así como no tengo duda de que serían muy hermosas, considero que la fuerza vital del animal aún forma una parte integral del material óseo como para que las runas puedan conducir las vibraciones de los símbolos individuales que hay en ellas. No importa lo bien que se las lave, aún están impregnadas con las energías de la muerte, y yo jamás las usaría.
El escritor romano Tácito nos cuenta que las tribus germánicas hacían sus juegos con tiras de madera de árboles frutales con los símbolos grabados. Una fuente posterior afirma que las tiras se fabricaban con fresno. Sin importar qué madera se empleara, es importante que esta posea un significado personal para el individuo que llegará a usar el juego. Puede ser una decisión basada en el conocimiento de las propiedades mágicas del árbol en cuestión, o sencillamente tratarse de un árbol que aporte recuerdos felices de la infancia.
La figura 1 ilustra algunas formas y tamaños sugeridos para las runas. Cuando elijáis la forma y el tamaño de las vuestras, no olvidéis que las 25 han de caber en las palmas de vuestras manos unidas. Unas buenas dimensiones para ello son una extensión de no más de 4 centímetros, un ancho de no más de 3 centímetros y un grosor de no más de 1 centímetro.
Quizá las más fáciles de fabricar sean las runas redondas. Si lo deseáis, podéis recoger en el campo la madera para hacerlas. Encontrad el árbol de vuestra elección y arrancad de él una rama de unos dos centímetros de diámetro. Recordad que si cortáis la rama de un árbol sano, estáis tomando el equivalente de un dedo de una persona viva; por ello, solicitad con respeto el permiso del árbol antes de cortarlo por cualquier parte. Explicadle el uso que daréis a su madera y dadle las gracias en cuanto hayáis terminado. Algunas personas también entierran una moneda de plata (o de color plateado) en la base del tronco como pago y agradecimiento.