El corazón es humano, pero los instintos…

De naturaleza monogámica, franca y leal, no están a salvo, sin embargo, de la tentación que pudiera ofrecerles la aventura amorosa. Hay que partir de la base de que el nativo de Sagitario enamorado, por más que no lo conciba así, cuando ama no por ello sacrifica su libertad.
No rinde ni renuncia a su libertad ante la persona amada, sino que le invita a compartirla, sabiendo que en su plena facultad de movimiento y pensamiento tiene el mapa hacia tesoros de todo tipo. Y, por supuesto, esto significa que el sagitariano, ya sea hombre o mujer, conserva en toda circunstancia la necesidad innata de mantenerse absolutamente dueño de sí. Incluso se atreverá a jugar al amor en los prados.
Después de todo, salir del bosque es una experiencia para los centauros, pero no es un proyecto de vida. Sin embargo, las aventuras de este tipo suelen ser casi siempre episodios pasajeros, vividos con incomodidad, insatisfacción e incluso sentimientos de culpa.

Centauros en las filas de los engañados

Al contrario de los nativos de Tauro, que se dejan llevar por sentimientos y se mantienen con solidez en sus afectos y en sus desamores, los nativos de Sagitario, perteneciendo a un signo móvil, son más dados a las fluctuaciones anímicas. Mueven su vida emocional como si prepararan un rico caldo, y de esa receta no están exentos sus sentimientos amorosos, a los que buscan «dar el punto» con fruicción, intensificándolos y transformándolos a menudo con tanto ingenio y vivacidad que son capaces de dar todo el sabor de la aventura a unas breves vacaciones con la pareja junto a la que han vivido.
No obstante, también hay que decir que en el terreno amoroso a veces se dejan llevar por las primeras impresiones de manera ingenua, llena de sencillez, como si la línea más corta entre dos corazones fuese la recta que los separa.
Peligroso error. De talante indulgente, tolerante, benévolo y abierto, sólo buscan expander libremente las chispas de su personalidad y verlas esparcidas como fuegos fatuos que dan lugar a una fiesta interminable.

Los centauros enamorados son fiestas ambulantes

Como resultado de su condición de enamorados también buscan verse apreciados en cualquier situación, sentirse en sintonía con cuantos les rodean, como deseosos de compartir las alegrías de su amor y avivarlas a través de ellos y así, de alguna manera, prolongar la propia identidad. A los Sagitario bien aspectados les asfixian la falsedad y la mezquindad, y les deprime verse obligados a efectuar maniobras ocultas. También en lo amoroso les repugnan los rodeos y se expresan de forma sincera, abierta, mostrando todas sus cartas, e incluso a veces sin prestar atención a la señal de alerta de su natural sentido de la desconfianza, por lo que —es preciso decirlo— no es raro encontrar centauros entre las filas de los engañados.

Entre lo idílico y lo tangible

Muestran una particular tendencia a idealizar a la persona amada y colocarla sobre un pedestal, pudiendo llegar incluso al extremo de hacerla inaccesible a sí mismos en muchos órdenes de la vida, por lo que pueden llegar a buscar variedades, ilusiones o caprichos íntimos en aventuras ocasionales. Conciliar lo real con lo ideal es el empeño que más agota y mella a los Sagitario enamorados que a veces se sienten atraídos a entablar relaciones con personas poco afines, pertenecientes a mundos distintos, a estratos sociales diferentes del suyo, que los ponen frente a problemas de adaptación. Sexualmente, como el centauro arquetípico, tienen una energía muy fuerte y magnética. Gustan de la caza amorosa, del flirteo y del ejercicio erótico, que ejercitan hasta encontrar la pareja más armoniosa para ellos, ante la cual se conmueven hasta la debilidad absoluta o el desmayo anímico.

Los mayores placeres los buscan en el camino, no en la meta

Como signo de fuego, gustan de lo sexual y de todas las atenciones que conlleva, pero lo suyo no son los aparatosos arrebatos de pasión que inspira Marte, sino los juegos, la exploración, la búsqueda inacabable de nuevas posibilidades en el cuerpo, la personalidad y la mente de la persona amada. En síntesis, su estilo de amar parte del convencimiento de que las mayores satisfacciones se logran en el camino y no en la meta. Para mostrar lo mejor de su carácter, es preciso situarlos ahí donde su alma de centauros se regocija de manera natural. Para ello tienen necesidad de espacios vastísimos, de escenarios ilimitados. En estas condiciones se les verá ensanchar y esparcir los dones de su espíritu fogoso, chispeante y… cambiante.
Cuando por necesidad de meditación o de manifestar sus sentimiento experimentan la necesidad de intimidad, aprecian como nadie las playas desiertas, los prados interminables, las cabanas en el bosque. Durante sus frecuentes viajes disfrutarán al máximo en habitaciones amplias y airosas desde las que sus ojos puedan recorrer vastos panoramas. Y, como detalle complementario, anótese que su sensualidad se magnifica sobre camas grandes… tan grandes como pueda imaginar una sensibilidad desbocada, dispuesta a no aceptar más freno que el del agotamiento absoluto.

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