Advertencias preliminares

La adivinación por el Tarot es un magnífico auxiliar para consultar sobre acontecimientos, problemas y resoluciones próximos, así como acerca del rumbo general de la vida del consultante; pero es totalmente innecesario, por no decir perjudicial, seguir consultando repetidmente los arcanos hasta que nos den la respuesta deseada, pues consultando de esta manera se está influyendo fuertemente en el sentido de dicha respuesta y, por lo tanto, falseándola.

Por el mismo motivo, muchas veces lo que realmente se capta durante la consulta no es la verdadera respuesta, sino los fervientes deseos del consultante en determinada dirección, con lo cual si bien cuando se refiere al pasado, presente, y circunstancias colaterales será acertado y a veces más que asombroso, en cambio, el futuro previsto no será el verdadero, sino el que está deseando íntimamente el consultante.

Precisamente por dicho motivo es muy importante que el adivino no dé nunca por finalizada su preparación personal, incluyendo en la misma meditaciones sobre los arcanos mayores y -a ser posible y si no va contra sus convicciones personales- sobre el árbol de la vida y los senderos cabalísticos.

Decimos esto porque si cesa en la misma cuando sólo es capaz de captar la mente subconsciente del consultante, se expone a no pasar de dicho estadio, cuando su verdadera misión es, por decirlo de alguna manera, la de que sea el subconsciente del cartomántico quien analice imparcialmente los datos suministrados llegando a descifrar la respuesta correcta.

Porque debemos tener presente, incluso dejando de lado los postulados de la parapsicología, que desde siempre y en todas las civilizaciones se ha creído en el destino, que ya está predestinado en sus líneas generales cuanto debe sucedemos; y ello incluyendo los anales akásicos de la India, el libro sagrado del islam, o la omnisciencia divina del cristianismo.

Incluso en la antigüedad clásica, ya se decía que el curso de la vida es como una tela, una red, en la que cada nudo está íntimamente ligado a los que lo rodean; de tal modo, que el pasado predetermina el presente, y el presente contiene el germen o semilla del futuro. Pero ya hemos dicho que esto es «en líneas generales», no de una manera absoluta, pues cada nudo también está ligado a otros colaterales; y aquí es donde interviene la adivinación y la razón de que ocupe un lugar de preferencia en todas las civilizaciones.

En efecto, si podemos conocer el pasado y el presente, conoceremos también la dirección básica en la que se desarrollará el futuro, y conocido esto gracias a la adivinación, sea por el método que sea, tendremos la posibilidad de actuar sobre un nudo colateral que desvíe algo la dirección predeterminada; es decir, si bien no podemos cambiar las grandes líneas de nuestro destino, si poseemos suficientes conocimientos y fuerza de voluntad, por lo menos podremos modificar en parte las consecuencias o líneas secundarias de dicho destino. Por poner un par de ejemplos -absurdos si se quiere, pero muy qráficos-, si debemos recibir un palo y no podemos evitarlo, al menos podemos escoger que nos lo den en la cabeza o en el trasero. Si estamos destinados a causar la muerte de otra persona, quizás podamos conseguir que en lugar de ser un asesinato por sentimientos rastreros, nos limitemos a ser la causa de un imprevisible accidente; es decir, que si el hecho material se mantiene, lo que sufre una notable diferencia son sus consecuencias, ya nos refiramos al karma o a la intencionalidad moral o grado de pecado cristianos.

Otro punto muy importante consiste en que el cartomántico debe poseer suficiente tacto como para saber comunicar al consultante el mensaje de los arcanos, por desagradable que pueda ser, de manera que no le cause tal trastorno que le deprima y anule sus capacidades de reacción frente a los hechos; o al contrario, sin asegurarle demasiado categóricamente el éxito, lo que también podría ser contraproducente. En una palabra, el cartomántico no debe imponer, voluntaria o involuntariamente, una línea de conducta a su consultante.

Antes de empezar una consulta es muy conveniente tener una pequeña conversación con el consultante, ante todo para relajarle y hacerle sentir cómodo, sin inhibiciones, pues de lo contrario se hace muy difícil establecer el contacto; y además, porque hay que averiguar el motivo de la consulta y ciertos datos. En efecto, si bien en una pregunta muy concreta, como por ejemplo: «Saldrá bien el negocio que debo realizar esta semana?», no se necesitan más datos para iniciar la tirada, en cambio una pregunta más amplia o de tipo general precisa conocer anticipadamente algunos datos concretos, como por ejemplo, el estado civil, la profesión y el estado de salud, pues cada arcano posee diversos significados y cada significado diversos niveles, y de no conocer anticipadamente dichos datos es muy fácil cometer un error de bulto; o será necesario indagarlos durante la consulta mediante respuestas vagas y lentas que obliguen al consultante a centrar él mismo la respuesta, lo que no es precisamente ético.

También debe tener presente que la cartomancia debería usarse desinteresadamente en ayuda de los demás, y si por las circunstancias que sea se viese obligado a admitir remuneración por sus servicios, no lo haga nunca dentro del consultorio, siendo lo ideal encargar de ello a otra persona.

En este último caso (el de emplear la adivinación por el Tarot como profesión), muchas veces se encontrará con personas cuya mayor necesidad es la de desahogarse con alguien, contar aquello que les agobia. En este caso, déjeles hablar libremente, pues una buena conversación en la que usted sepa limitarse a escuchar y sugerir, les ayudará tanto o más que los arcanos del Tarot. Y usted, además de encontrarse el trabajo prácticamente hecho, se habrá ganado un cliente de por vida. No olvide jamás que un buen cartomántico debe ser, muchas veces, además de consejero, confesor.

y una última advertencia, los mal llamados poderes (pues en realidad son facultades) psíquicos, raras veces y sólo en personas muy evolucionadas pueden manejarse siempre a voluntad, y a veces por más que se haga no se percibe ni capta nada, lo cual tanto puede ser debido a un fallo momentáneo de los mismos, como a una influencia nociva del consultante. Cuando esto le suceda, sea honrado y sincero, no intente decir cualquier cosa o sonsacarle, lo mejor es decirlo claramente, no aceptar la menor retribución bajo ningún concepto y citar al consultante para otro día. Si volviera a suceder ya sabemos que se trata del consultante y más vale renunciar a él.