La división de los chakras

Podemos dividir los chakras en dos categorías: los superiores y los inferiores.

Se entiende por inferiores, el primero, el segundo y el tercero, respectivamente el instinto, la emoción y la razón. Son inferiores no porque sean peores, sino porque miran hacia abajo, hacia la tierra, para la comprensión, la satisfacción Y mantenimiento de la vida material. Están sujetos a la ley del karma, pues son prisioneros de las expectativas y de los sueños del personaje. La persona que vive en esos tres chakras no consigue ver nada más allá de sí mismo: su seguridad, estabilidad, proyección y satisfacción de sus deseos. Teme todo lo que amenace su «final feliz», sobre todo la idea de perdida o muerte. A pesar de todo, solamente a través de ellos conseguimos manifestar en el mundo las vibraciones de nuestra alma y espíritu. Es necesario un cuerpo con sus sensaciones, el intercambio afectivo entre los seres y la consciencia de la individualidad para que los chakras inferiores puedan realizar su obra.

Entendemos por chakras superiores el quinto, el sexto y el séptimo, respectivamente el conocimiento, la creatividad y la espiritualidad. Son superiores porque miran hacia arriba, hacia el cielo, para la comprensión, la satisfacción y el mantenimiento de la vida espiritual. Están despiertos, es decir, al margen de la ley del karma, pues son conscientes de la pieza de teatro de la «Vida» y del «personaje» que, como «actores», desempeñamos en ella.

No obstante, son insuficientes para enfrentarse con el mundo práctico de la materia. Por eso, personas muy espiritualizadas se refugian en monasterios, órdenes o cavernas, creando su propio mundo particular sin las interferencias de las energías materiales. Entre los chakras inferiores y superiores está el chakra transmutador, equilibrador, que interconecta esos dos aspectos. Es el cuarto chakra que, a través del amor, consigue unir esos dos opuestos, realizando la verdadera alquimia. El amor materializa el espíritu y espiritualiza la materia.

Así, vemos que es muy importante tomar consciencia de que los siete chakras son fundamentales y esenciales para nuestra experiencia total en la vida. Esta viene, justamente, de la interacción armónica entre ellos, todos vibrando con la misma intensidad.

Generalmente, cuando bloqueamos un chakra, hiperactivamos otro, para compensar las carencias del primero y así intentar el equilibrio dentro del desequilibrio. Por ejemplo, cuando tenemos dificultades para enfrentarnos con la materia de modo práctico, nos volvemos hiperespirituales para huir de ella. O cuando tenemos miedo de nuestras emociones, nos hiperintelectualizados para poder hablar y teorizar sobre ellas, sin implicarnos con las mismas. Y, contrariamente, nos volvemos hipermaterialistas cuando tenemos Y no comprendemos la trascendencia impersonal del espíritu. O cuando nuestra individualidad Y claridad mental sucumben a los impulsos inconscientes de la hiperemocionalidad.