La Luna

Simboliza la esfera sensible-receptiva de la persona, la capacidad de imaginación, de asimilación y de intuición; en el plano del carácter, indica emotividad, predisposición a la impresionabilidad, a la inquietud o a la melancolía, pero también al talento, la fantasía y al capricho.

Regula además las reacciones individuales a la multiplicidad de las situaciones externas y por lo tanto a la adaptabilidad; representa el cambio de las circunstancias, la gente, la muchedumbre; regula las cualidades mágicas no explicables racionalmente, la atracción más íntima y secreta, las premoniciones y los dones extrasensoriales.
La Luna representa la unión con la figura materna, la imagen de la propia madre que uno lleva consigo; en los temas de mujeres indica el tipo de feminidad, las expectativas emotivas y la forma de comportarse en relación con el otro sexo; en temas masculinos representa la consideración por la mujer, la imagen femenina más deseada.

La Luna se une además con la familia y con el ambiente doméstico, con la infancia de la persona: su posición en el tema indica si subsisten inseguridades o infantilismos que se remontan a las primeras experiencias de la vida y al apego con la familia; indica la necesidad de protección, la pasividad, el desinterés, la influenciabilidad, la capacidad de insertarse más o menos armoniosamente en las corrientes de la vida, la sociabilidad, la cordialidad, la disponibilidad, el candor, la confianza, la necesidad de compañía y de apoyo.
Cuando se encuentra en posición dominante en el tema astral, la Luna determina un carácter inestable, con inclinaciones a la pereza física y al desasosiego psíquico; fantasioso e inspirado, el individuo huye de los esquematismos de la racionalidad, sigue su humor y sus intuiciones y se muestra imprevisible y caprichoso; es bastante sensible y posee una vida interior muy rica.