La primer sesión

Antes de recibir al consultante conviene asegurarse de que el ambiente responde a todo lo apuntado con anterioridad. El armario en donde se guardan las barajas y los restantes instrumentos relacionados con el trabajo, deberá hallarse a nuestra espalda. No debe de haber ningún cuadro, ningún objeto que de alguna forma pudiera distraer la atención de la persona que estamos a punto de recibir. La luz general encendida, siempre tenue pero sin llegar a la penumbra; la de la mesa, apagada. La ventana que ha servido para airear la estancia, liberándola de vibraciones ajenas, estará cerrada. Nuestro atuendo será absolutamente normal, de acuerdo con la personalidad habitual, sin extravagancias que pudieran llevar a los labios del visitante una sonrisa de escepticismo. La baraja, envuelta por su seda morada, a un lado de la mesa, a nuestra derecha.
Cuando por fin estemos convencidos de que todo está dispuesto para hacer entrar al consultante, recibámosle con amabilidad pero sin servilismo, sentémosle ante la mesa, enfrente de la silla o sillón que nosotros utilizaremos y conversemos unos instantes, convenientes para la relajación y para obtener una idea general sobre la personalidad de quien nos visita.
Cumplida esta introducción, encenderemos la lámpara que habrá de incidir sobre la mesa y apagaremos la general. Sin estudiada lentitud pero también sin una precipitación que pondría en entredicho nuestra experiencia, tomaremos el paño de seda, desenvolveremos la baraja y la ofreceremos al consultante para que él mismo las mezcle a su albedrío.
Tras devolvernos la baraja, ya en nuestras manos, la presionaremos suavemente de modo que ninguna carta sobresalga entre las demás. Acto seguido la dejaremos sobre la mesa, pidiéndole al consultante que corte con la mano izquierda (nunca con la derecha).
Acto seguido, con los dos montones sobre la mesa, procederemos a unirlos de tal modo que el montón que antes se hallaba encima quede ahora debajo, para inmediatamente distribuir la baraja en siete montones de cinco cartas por cada uno, mostrando el anverso al consultante y separando las cinco restantes.
Se procede seguidamente a tomar una carta de cada montón, partiendo del situado en el extremo de nuestra derecha, volviendo a formar siete montones de cinco cartas, prescindiendo de las cinco que fueron apartadas.
Tomando una carta de cada montón formaremos una línea recta, cuidando en todo momento que la misma sea construída de derecha a izquierda y nunca a la inversa.
Es el momento de dar comienzo a la interpretación.
Supongamos que la línea de siete cartas esté constituida por el tres de oros, el nueve de copas, la sota de espadas, el rey de oros, el as de copas, el caballo de bastos y el as de espadas:
TRES DE OROS.-Indica que el consultante intenta llevar a cabo alguna realización de tipo económico. Por sí misma indica que las circunstancias serán favorables, pero no podemos adelantar nada sin tener en cuenta la situada a su izquierda. Si hubiese salido invertida, podríamos adelantar a nuestro consultante que esa operación por él proyectada apuntaba posibilidades de fracaso.
NUEVE DE COPAS.-Al derecho augura abundancia de personas, familiares, amigos o compañeros de trabajo, que pueden favorecer la operación financiera proyectada a indicación de la carta precedente, superando las dificultades que pudieran presentarse si aquélla hubiera salido invertida.
Invertida señala que los compañeros con quienes se había de trabajar en pro de esa operación defraudarán nuestra confianza y pondrán en peligro un resultado feliz.
SOTA DE ESPADAS.-Viene a subrayar lo antedicho, concretando el peligro de fracaso en una sola persona, puesto que la carta, por sí misma, representa al enemigo, cualquiera que sea su posición.
Va quedando cada vez más claro que el consultante debiera desistir de llevar a cabo la operación proyectada.
REY DE OROS.-Nos encontramos ahora con la aparición de un hombre rico, influyente, incluso con poder social y político, que basa su predominio en un carácter definido por el pragmatismo -frío, material, calculador-. La incidencia de esta figura es normalmente positiva, pero ante las tres cartas que le preceden viene a concretar la personalidad del individuo anunciado por la sota de espadas.
AS DE COPAS.-Simboliza el hogar, la familia, el entorno afectivo del consultante; la riqueza sentimental. Invertida advertiría un ambiente poco adecuado, del que el consultante debiera inmediatamente renunciar a su empresa.
Observemos que las dos interpretaciones inciden, incluso machaconamente, sobre lo expuesto por las cartas precedentes: en posición invertida, está claro que zanja el asunto, aconsejando el abandono definitivo del proyecto anunciado en la primera carta, y complementando las pistas aportadas por las tres cartas que siguieron al tres de oros, sitúa a la persona negativa dentro del propio ambiente familiar. Al derecho, el as de copas aconseja, asimismo, el abandono de esa persona y la búsqueda de colaboración y de amor en el seno hogareño.
CABALLO DE BASTOS.-Señala la necesidad de llevar a cabo un giro importante en nuestra actividad, urgencia de cambio de trabajo, de estudios, de relaciones empresariales.
No podría ser más claro su significado, de cara a nuestro hipotético consultante. Apoya lo expuesto por las cartas que la precedieron: olvidarse del asunto que tenía entre manos y centrarse en otro distinto.
Si sale invertida avisa de inminentes riesgos en los proyectos que pudieran sustituir al pensado en primer término. Hay que olvidarse, pues, de iniciar cualquier nueva actividad. El ambiente familiar apuntado por el as de copas continúa siendo el más seguro para el consultante.
AS DE ESPADAS.-Radicaliza contundentemente, con fuerza, con vehemencia, con pasión, el planteamiento de las cartas que le precedieron, incluso en posición invertida. Definitivamente el consultante ha de cortar sin contemplaciones con todo lo que tenga algo que ver con el asunto que había proyectado, incluso enfrentándose, decidido, a la persona que consciente o inconscientemente quiere llevarle al fracaso (persona que, como sabemos, fue anunciada por la sota de espadas y definida por el rey de oros).
Concluida la interpretación de la primera línea de siete cartas, pasaremos a la segunda línea, como la anterior formada por una carta de cada montón, comenzando con un nuevo tema o planteamiento. Formaremos líneas, cada una para un asunto pero teniendo en cuenta que no son del todo independientes entre sí y que, por el contrario, un tema puede hallarse influenciado por los otros, hasta que terminemos la baraja.
Las seis cartas restantes vendrán a constituir el epílogo de cada tema, una por línea: así la primera carta de la derecha resumirá y concretará el resultado de la primera línea de siete, la segunda hará lo propio con la segunda línea, y así sucesivamente, hasta quedarnos con un sobrante que ofrecerá la conclusión a todo el conjunto. Finalizada esta primera sesión procederemos a eliminar el ambiente psíquico engendrado por el flujo vital del consultante, aireando la estancia por medio de la ventana, sacudiremos el paño con objeto, asimismo, de eliminar el fluido depositado, y soplaremos repetidamente sobre la baraja, con idéntico fin. Estos rituales jamás deben ser efectuados de manera mecánica, sino que, siempre concentrados, «visualizaremos» mentalmente la salida del flujo.
Cuando tengamos la seguridad de que la estancia ha quedado plenamente liberada de la influencia psíquica de nuestro primer consultante y se halla en condiciones de recibir la visita de un segundo, cerraremos la ventana, envolveremos la baraja en su seda morada, la meteremos en la caja y la llevaremos al armario.

Volver a Baraja Española