Primeras menciones directas

Pero sigamos con el orden histórico; la primera mención directa sobre la baraja es de 1299 y figura en un manuscrito escrito en Siena por Pipozzo di Sandro titulado Trattato del governo della familia, en el que se menciona la existencia de los naibis, que es el primer nombre con el que se conocen las cartas de juego.

Más adelante, en 1332, Alfonso XI de Castilla recomienda a sus caballeros que se abstengan de jugar a los naipes, y también a partir de 1310 proliferan en Alemania las prohibiciones contra dicho juego, siendo una de las más interesantes la del padre Johannes (de 1377) que además cita seis tipos distintos de barajas, entre las cuales existe una de setenta y ocho cartas que sólo puede tratarse de un Tarot.

A partir de aquí se multiplican las menciones y prohibiciones por toda la cristiandad, y de todas ellas nos limitaremos a mencionar tres a causa de su importancia.

La primera es la del notario de Marsella Laurent Aycardi, de 30 de agosto de 1381, que al hacer elinventario de los bienes legados por uno de sus clientes, cita entre joyas y muebles valiosos un juego de naipes, lo que nos da una idea de lo apreciadas que llegaban a ser las colecciones iluminadas a mano.

La segunda y más famosa es de 1392, y pertenece al Registro de las Cuentas Reales de Carlos VI de Francia, en el que el tesorero anota de puño y letra: «Páguense cincuenta y seis sueldos parisienses a Jacquemin Gringonneur, pintor, por tres juegos de naipes en oro y diversos colores y divisas, hechos para el esparcimiento del dicho Señor Rey». Esta mención es la que dio origen a la hipótesis de que Gringonneur era el inventor de la baraja; lo que si bien es falso al menos corrobora una vez más el alto precio que alcanzaban las barajas pintadas a mano.

La tercera referencia es de 1393 y pertenece al moralista y educador G. B. Morelli, que recomienda las láminas de los naibis como instructivas y provechosas para la educación de los niños, lo que confirma nuestra presunción sobre la identidad de origen entre Tarots y carticellas.

También es indudable la mayor antigüedad del Tarot sobre la baraja de juego, pues hasta finales del siglo XIV no empiezan a coexistir ambos tipos de barajas (o al menos las menciones sobre las mismas) y es innegable que con la eliminación de los arcanos mayores y la reducción progresiva de su tamaño, la baraja común no tardó en eliminar casi por completo al Tarot como juego popular. Lo contrario iría contra toda lógica, pues no tiene el menor sentido complicar un juego sencillo con la inclusión de veintidós cartas inútiles.

Lo que de momento resulta imposible averiguar con certeza es cómo se ideó el Tarot y en qué otros juegos se inspiraría (dejando de momento de lado su posible, aunque no probable, identidad con la cábala). De entrada debemos eliminar las hipótesis sobre un origen oriental, árabe o egipcio, como ya hemos demostrado, por lo cual debemos limitarnos a aquellos otros juegos que ya existían en los países mediterráneos en el siglo XIII, y es sobradamente conocido que los dados ya eran practicados por griegos y romanos, y que estos últimos practicaban un juego de competición, el de los soldados (al que llamaban ludum latrunculorum), que en cierto modo se parecía a nuestro juego de damas, pues se trataba de encerrar al contrincante de manera que no le quedase espacio para moverse (lo que se llamaba ad incitos redigere), y en parte al ajedrez, pues algunas de sus piezas se movían como nuestros peones (calculi ordinario, mientras que otras podían avanzar en distintas direcciones e incluso saltar calculi vagi). Por último, cabe recordar que el ajedrez fue introducido en Europa no mucho más tarde del siglo VI o VII.

Que en la idea de combinar un juego de puro azar y con puntos numerales como los dados, con otro de cálculo y competición, como el juego de los soldados, pudiera hallarse el germen que inspiró la baraja, quizás sea una hipótesis más que añadir a las ya existentes, pero con muchos más vísos de verosimilitud.

Lo que ya resulta más difícil de explicar es la inclusión de los arcanos mayores, que además de ser inútiles para el juego lo complican extraordinariamente. Pero para ello deberemos situarnos en el espíritu de la época.