Tarotistas célebres: Oswald Wirth

Nacido el 5 de agosto de 1860 en Brienz (Suiza), Wirth desempeñó multitud de profesiones y empleos: contable en Londres, magnetizador en París, funcionario del ministerio de Asuntos Exteriores, archivero adjunto del Quai d’Orsay, etc. Pero ante todo, ya partir de 1884, fue un prolífico escritor de temas ocultistas al ingresar en una logia del Gran Oriente.

Fue en la Gran Logia Simbólica Escocesa de París donde halló el ambiente idóneo a sus cualidades; en ella escala todos los grados del Rito Escocés Antiguo con gran rapidez hasta alcanzar el 33 y llegar a formar parte del Consejo Supremo de Francia.

A principios de 1887 conoce a Stanislas de Guaita -y, con él, los objetivos e ideales de la Orden Cabalística de la Rosacruz-, y lo que es más importante, primero se convierte en secretario y luego en colaborador de Guaita. Como él mismo reconoce, además de tener a su disposición la magnífica biblioteca de éste, halló en él a un maestro en cábala y alta metafísica, así como en el dominio de la escritura, pues fue Guaita quien perfeccionó y pulió cuidadosamente su estilo literario.

El primer trabajo encargado por Stanislas de Guaita al enterarse de que era un excelente dibujante fue el de restituir a los arcanos mayores su pureza primigenia, para lo cual le facilitó dos ejemplares de Tarot, uno italiano y otro francés, así como el Dogma y Ritual de Alta Magia, de Eliphas Levi, y, por si fuera poco, fue supervisando su trabajo y aconsejándole cuando lo consideraba preciso.

Fruto de esta colaboración fue Los 22 Arcanos del Tarot dibujados para uso de los iniciados según las indicaciones de Stanislas de Guaita, que vio la luz en 1889 y del que sólo se tiraron 350 ejemplares. Fue de este Tarot Cabalístico de Wirth del que se sirvió Papus para su Tarot de los Bohemios, como ya dijimos anteriormente.

Pero considerando que su trabajo todavía era incompleto, se puso a estudiar el simbolismo de los colores de acuerdo con el espíritu medieval, y de aquí a interesarse por la alquimia y el hermetismo sólo existía un paso que no tardó en dar, dedicándose a profundizar en dichas materias.

El resultado de todos estos estudios se concretó en 1937 con la publicación de El Tarot de los Imagineros de la Edad Media, en el que el Tarot ya aparece coloreado, aun cuando en sus reediciones de 1966 y 1984 lo haya sido con unos colores metalizados que hubieran proporcionado un disgusto de muerte al propio Wirth si no hubiera fallecido el3 de marzo de 1943.

Su estudio teórico sobre el Tarot es muy completo y su importancia reside, entre otras cosas, en su objetividad, pues a pesar de que sus dibujos sigan pareciendo egipcios, ya no defiende que tuviera su origen en Egipto, sino que admite que su antigüedad no puede remontarse más allá de la Edad Media. Su opinión sobre el origen del Tarot la expresa claramente cuando dice:

«Las ideas no tienen edad: son tan antiguas como el pensamiento humano, pero han sido expresadas en distinta forma según las épocas. Los sistemas filosóficos alejandrinos lo hicieron verbalmente, mientras que el Tarot las traduce posteriormente mediante símbolos. Si no en el fondo, por lo menos en la forma, el Tarot se afirma como un original incontestable que no reproduce en absoluto ningún modelo preexistente.» . y también afirma:

«La arqueología no ha descubierto la menor traza de lo que pudieran constituir vestigios de un Tarot egipcio, gnóstico o incluso grecoárabe.»

En su estudio sobre los arcanos nos proporciona la interpretación simbólica y adivinatoria de cada una de las láminas y, por último, añade su método de adivinación. En cuanto a las láminas, podemos observar modificaciones en relación con el T arot de Marsella y el de Court de Gebelin; así por ejemplo, al Ahorcado, que Court dibujó de pie, Wirth le devuelve su posición invertida colgado del tobillo, yen casi todas las láminas hallamos pequeñas diferencias, ya sea en el dibujo o en el color. Sin embargo, en lo esencial reflejan con fidelidad el sentido esotérico tradicional.

Quizás un buen resumen .de sus ideas lo hallamos en un opúsculo de 50 páginas que publicó en 1931: Introducción al estudio del Tarot, en el que nos dice:

«Henos aquí en presencia del Tarot, libro intencionalmente mudo, documento iniciático excepcional. Sepamos aprovechar esta obra maestra de la Edad Media, tan digna de admiración como las catedrales de la alquimia filosófica. Sabios desconocidos nos han legado el tesoro de su sabiduría misteriosa y, fieles a la máxima: «No inculquemos nada, démos de qué reflexionar», nos han invitado a iniciarnos. ¿Iniciarnos en qué? ¿En los secretos de la magia de los taumaturgos de todos los tiempos? Sí, pero accesoriamente, como consecuencia del desarrollo de un poder adivinatorio de ilimitadas aplicaciones. En realidad se trata de revelaciones tan serias como las de todos los ocultismos. Lo que se halla en juego es el Arte de Pensar, que es el Arte por excelencia, el Gran Arte, llamado con justicia el Arte Real, ya que su objetivo es el de formar Reves»

Ni que decir tiene que sus teorías hallaron un gran eco en las órdenes masónicas, martinistas, rosacruces y demás, así como entre los simpatizantes del esoterismo; para citar un ejemplo, diremos que el mismo Louis-Claude de Saint-Martin construyó su obra de acuerdo con la numerología del Tarot.

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Algunas láminas del Tarot de Wirth