Sesión espiritista por medio de la bola de cristal 1

Una vez terminada la fase preparatoria, vamos a coger un objeto o una foto que haya pertenecido a la persona con la que queremos establecer una comunicación. El silencio ha de ser completo y profundo. Estamos entrando en la fase más misteriosa de la comunicación sensitiva.
Sin quitar los ojos ni por un momento del centro de la esfera, vamos a imaginarnos que estamos rodeados y envueltos por una pálida pero incandescente luz blanca. Vamos a abrir mentalmente una brecha en este halo, diciendo:

Espíritu, querido amigo mío.
Heme aquí desnudo, en tu presencia.
Contigo no sirve hablar, es inútil mentir.
¡Estoy preparado para vuestra visita!
Mi cuerpo y mi mente
están libres.
Benditos sean vuestros nombres,
y por mí se haga
la voluntad de Dios.
Ayudadnos a soportar
nuestras pruebas,
a librarnos del pecado.
¡Amén!

Todo lo que oigamos, todo lo que veamos, es conveniente apuntarlo en un diario. Nos sentiremos como rozados por un viento helado. Como si una sombra llegase a nosotros a través del cristal: en un principio no podremos distinguir las facciones del rostro; pero el espesor de su figura se hará cada vez más consistente y su presencia será en expansión, poderosa y extraña, aunque se trate de un ser querido.
El silencio es profundo: la fuerza dominante bajará sobre nosotros. El sentido de su presencia irá creciendo, lo mismo que la emoción.
Vamos a formular ahora las preguntas mentalmente: las respuestas serán exhaustivas y se grabarán tanto en nosotros que ahuyentarán cualquier duda. Son momentos de verdad grande y profunda.
La sensación de hielo permanecerá constante durante toda la sesión: eso se debe seguramente a la diferencia de las vibraciones del ser que está delante de nosotros y que ya pertenece a un plano astral más sutil.
Después de realizar un determinado número de sesiones de este tipo (no dejemos de apuntar, cada vez, todas las sensaciones, las respuestas, los pensamientos), podremos preguntar mentalmente el nombre de la persona que ha llegado hasta nosotros: podemos pedirle que nos ponga en contacto con la persona que más nos interesa.
Pero en ningún caso y por ningún motivo tendremos que llamar a las entidades con una «orden». Tengamos paciencia, esperemos poder contactar primero con un Espíritu Guía: sólo a él le pediremos si nos está permitido hablar con quien deseamos.

Cuando, al final de la sesión mediúnica, cubiertos por nuestro manto de lana, ya no sentimos nuestro cuerpo recorrido por escalofríos, nos levantaremos, cogeremos la vela morada en la mano y, caminando en círculo por la habitación, pronunciaremos la siguiente invocación:

¡Gracias a vosotras, queridas Entidades,
por la pura luz blanca
me veo rodeado.
Sólo amor
emanará de mí:
ahora, con vuestra ayuda,
he conocido
el amor universal de Dios!

Antes de apagar la vela morada, vamos a imaginar otra vez que estamos envueltos por un halo blanco, que luego se disolverá en la nada.