Aspectos peculiares de la personalidad sagitariana

Marcada inclinación al servicio de las necesidades del alma, ya sea en forma religiosa, ocultista o, en el peor de los casos, supersticiosa. Incluso cuando optan por el ateísmo se preocupan significativamente por catalogar más o menos pública y frecuentemente todo cuanto no merece su fe. Cuando es religioso (y casi todos los centauros lo son de una forma u otra), su fe suele ser más sentida con el corazón que con apego a la lógica o al espíritu práctico que les caracteriza. De hecho, la religiosidad es expresión de una necesidad específica del centauro: la de mantenerse en contacto con el más allá, donde intuye su origen y su destino. Ama sin tasa ni medida su libertad de movimiento. Es franco, sincero a veces hasta la indiscreción o la desconsideración. Es leal a sus afectos. Vanidoso y poco dado a confiar. Sólo enamorándose deja de sentir el pinchazo de la desconfianza.
Sabe que la vida es dura y se apega a un código igualmente duro y, aunque parezca que está permanentemente dispuesto a sacrificarse y a luchar por quienes son más débiles que él y le necesitan, no dudará en dejar que alguien se ahogue si cree que su barca ya tiene toda la carga que puede soportar.
Posee en gran medida la virtud de saber decir no y negar lo que se le pide sin herir más de lo necesario y, siempre que le sea posible, sin matar la esperanza, haciendo sentir que nadie sufre más que él la imposibilidad de conceder lo que se le pide, aunque luchará para que en el futuro las cosas sean mejores para todos. Es tenaz e impaciente a la vez.
Sabe guardar secretos, quizá como virtud complementaria a la de su legendaria franqueza. Pero cuando su personalidad se halla madura, no acepta participar en enredos que le comprometan inútilmente; es entonces cuando hará girar su barca, abandonando al náufrago peligroso. Practica el principio de vivir y dejar vivir, pero esto incluye también la alternativa de vivir y dejar morir.
Es un personaje alegremente orgulloso y cuidadosamente testarudo, por más que esto parezca paradójico.
Al Sagitario no le gusta pedir nada para sí mismo, prefiriendo avanzar valiéndose únicamente de sus propios medios.
Tiende a manipular y a servirse de cuantos le ordenan, desplegando una astucia exquisita y una amabilidad encantadora, contando con que siempre es posible obtenerlo todo de los demás con la sola condición de pulsarles el botón preciso.
Siempre está deseando encontrar novedades, escudriñar nuevos horizontes, conocer gente distinta y planear inspiradoras evasiones de un mundo que le parece plano y carente de incentivos hasta que él se los proporciona. Cuando no puede viajar, se muestra muy hábil para llenar su entorno de alicientes y de brillos, participando en actividades de asociaciones o clubes. Gusta de todos los placeres, pero en la justa oportunidad de cada uno, porque está decidido a disfrutar tanto de lo que pueda ofrecerle el camino, como de lo que le promete el final del viaje.

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