Para que un nativo de Sagitario se decida a romper con alguien no se necesita mucho. El suyo es un ánimo sumamente quebradizo y basta cualquier choque, un mínimo, para que se haga añicos.
En tales circunstancias, su franqueza adquiere todas las características de la desconsideración, pues darán el mínimo posible de rodeos para hacer saber al otro que ya no le quieren.
Si temen escenas escandalosas, súplicas o reproches, buscarán el lugar, el momento o el medio más apropiado para evitarlos, pero no se encontrarán satisfechos hasta haber dicho o hecho saber a la persona que abandonan las razones por las que tomaron tal decisión o, por lo menos, la decisión de no volver a estar juntos.
Si prometieran limitar la relación a un nivel de simple amistad, es muy probable que no tengan intención de mentir, pero la realidad es que cuando han dejado de apreciar positivamente a alguien, no les resulta fácil seguir tratándole, ya que incluso el intercambio de saludos les resultaría incómodo.
Cuando son muy jóvenes es posible que sustituyan la claridad verbal con las demostraciones más objetivas, pero semejante actitud con frecuencia deriva en comportamientos lamentables e innecesariamente crueles; tan crueles como pueda esperarse de un signo de fuego herido por el desengaño o atacado por la soberbia. El hecho definitivo es que, en cualquier caso, ya no tendrá nada que hacer… durante algún tiempo. Después de todo, es un signo cambiante.