A menos que el amor lo asalte con fuerza inusitada, o como consecuencia de motivos excepcionales, el nativo de Sagitario procura no atarse a nadie mientras es joven.
Pero la entrega leal a un amor es importante para los centauros, como lo es también la idea de iniciar una familia. Y cuando encuentre a la pareja que le parezca adecuada, se le verá cambiar su habitual disposición afable por un talante un tanto intransigente y posesivo, aunque todavía se conceda alguna que otra evasión —necesaria por su signo—, para volver nnás tarde con su pareja tan enamorado como antes.
Enamorado indeciso, pero eufórico
Es preciso entender la mentalidad sagitariana. La ambivalencia del signo se manifiesta en el carácter en el que coexisten dos tendencias opuestas: la juvenil, generosa, conformista y convencional, y la neptuniana, que lo impulsa a buscar siempre nuevas aventuras, vivencias y sensaciones. Como para todas las cosas que empieza, también en amor es expansivo, eufórico y se adapta con facilidad al ambiente de la persona amada. Cuando finalmente decide detener su trote físico, mental y anímico, considera llegado el momento de crear una familia. Y en general se manifestará como buen padre y buen marido, interesado en proyectar honorabilidad y atraerá prestigio social. Hay que añadir que la aceptación de vínculos duraderos no entra en conflicto con su inclinación a las aventuras sentimentales, aunque en la mayoría de los casos disminuye al ir imponiéndose la necesidad de asumir su destino patriarcal. Mientras es joven se le verá un poco superficial, moralista, megalómano, con tendencia a gastar el dinero con cierta desenvoltura. Su cónyuge deberá acostumbrarse al constante desplazamiento, a las incesantes bromas con que manifiesta su muy constante buen humor, aunque no siempre resulten oportunas o apropiadas.
Libre, optimista, ardiente, sincero, toma la vida como se presenta; su comportamiento es eternamente despreocupado, joven, alegre. Se resiste a tomar muy en serio algunas cosas que para los demás tienen tono grave.
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