Como canalizadores, transmisores y amplificadores de la intención

Por canalización entendemos la capacidad de recibir o incorporar energías de seres distantes y de otras dimensiones. Es lo que ya conocemos desde hace mucho tiempo por el nombre de mediumnidad. La mediumnidad puede ser tanto consciente, cuando intervenimos con las energías, como inconsciente, cuando estamos totalmente poseídos por ellas; incorporativa, cuando se manifiestan las energías integralmente a través de nuestro cuerpo y nuestra voz; sensitiva, cuando percibimos las energías en nuestra consciencia y sensibilidad como una suave comunicación interior. Un paso más allá de la mediumnidad está la meditación como un contacto con nuestras energías más profundas, la comunicación y la vivencia con nuestro verdadero Ser, el Cristo interior, el Orixá, nuestro propio Creador.

Por transmisión entendemos la capacidad de enviar nuestras propias energías a seres distantes o de otras dimensiones. Nuestra intención se proyecta en el astral y se refleja en el ser deseado. Son nuestras oraciones, evocaciones, visualizaciones y viajes astrales.

Por amplificación entendemos la capacidad que tiene el cristal de aumentar el efecto de nuestra intención, ya sea tanto para la canalización como para la transmisión.

Para esos casos el cristal más indicado es el cuarzo blanco, sobre todo el cristal generador de cuarzo blanco de terminación única o biterminado. El generador de cuarzo blanco es una pieza natural de cristal límpido, de diez a veinte centímetros, aproximadamente, con una punta y una base (terminación única) o una punta en cada extremidad (biterminado). En el caso del generador de terminación única, la energía entra por la base y sale por la punta; en el biterminado, la energía corre simultáneamente en ambas direcciones al mismo tiempo.

Cuando queremos enviar o transmitir un mensaje o intención a alguien, dondequiera que esté, intentamos, inicialmente, visualizar mentalmente lo que se quiere transmitir. Si es un caso de enfermedad, visualizamos a la persona fuerte y saludable; si es un problema personal, visualizamos a la persona con fuerza y claridad para resolverlo; si es un caso de pérdida, visualizamos a la persona conveniente y abierta hacia nuevos rumbos en la vida. A continuación, colocando la base del cristal sobre la frente, proyectamos esa imagen a través del mismo, hacia el espacio, en dirección a la meta deseada. La intención trabajará en el cuerpo astral de la persona, reflejando en ella los deseos esperados. Ese tipo de transmisión se usa sobre todo para enviar energías de fuerza, solidaridad y cura, para quien, teniendo necesidad de ellas, se encuentra a distancia.

En el caso de recepción, de canalización, necesitamos, primero, definir, transmitir exactamente al Cosmos el conocimiento o las energías que deseamos recibir, o incluso, los seres con quien queremos entrar en contacto. Hacemos esto con la base del cristal sobre la frente. A continuación, invirtiendo la posición, colocamos la punta vuelta hacia la frente y esperamos, con total silencio y vacío mental, la información o incorporación de la energía que pedimos. Podemos, en esos casos, canalizar mensajes y energías de desencarnados, de guías o ángeles, tanto del plano astral como del espiritual, así como también de los elementales e, incluso, de los seres humanos comunes y de los animales (como en el chamanismo).

En lo tocante a la meditación, que está totalmente desvinculada de cualquier intención que no sea el propio silencio mental, podemos colocar algunos cristales a nuestro alrededor o delante, en nuestras manos, o incluso sobre la frente o el corazón. En la meditación no importa mucho la dirección del cristal, que puede estar en vertical, ya que la misma funciona en todo los ámbitos. En las meditaciones colectivas (para la paz, el amor, la salud, etc.), formamos un círculo de personas con una drusa grande en el centro. Existe, también, una forma de amplificar la intención cuando no estamos presentes o cuando queremos que permanezca durante un determinado periodo. Tomamos, por ejemplo, una foto de la persona o un pedazo de papel con su nombre escrito y añadimos a estos nuestra intención a través del cristal. A continuación, colocamos ese cristal sobre la foto o el nombre, metiendo todo en un lugar reservado por un periodo de tres días o hasta que surta algún efecto.