El Tarot como una historia de la vida en viñetas

Podemos ver las cartas dónde cada carta es un cuadro, una viñeta con la imagen de un determinado personaje o personajes, desempeñando una determinada función o incluso sufriendo una determinada circunstancia. Revela qué circunstancias rigen nuestra vida en el momento presente y el modo en el que debemos intervenir en ellas. Son etapas de aprendizaje, desafíos y conquistas, por las cuales debemos pasar, como un Vía Crucis, para realizarnos en la historia de nuestra vida.

El conjunto de secuencias de esas cartas cuenta desde la historia de la creación del Universo, de la creación de la vida, hasta la historia personal de cada uno de nosotros, con todos los detalles y pasos que podemos y debemos experimentar para aprender a jugar ese fascinante juego de la vida. Cuando seguimos la secuencia de los 22 Arcanos Mayores del Tarot, nos encontramos con la jornada del Ser a través de todas las etapas de experiencias por las que debe pasar hasta llegar a sí mismo: de la inocencia de la infancia a la arrogancia del Ego, y del declive del mismo a la consciencia del Ser. Así, el Tarot cuenta la historia general e individual de todos los seres humanos. Su naturaleza, desafíos y conquistas están todos ahí, para ser experimentados, sentidos y comprendidos en el recorrido de la propia vida.

Nuestra vida es una historia. Una historia que debemos interpretar con nuestro cuerpo, nuestros sentimientos y pensamientos. Como en una pieza de teatro, representamos un personaje, una personalidad con características propias, para intervenir en las situaciones con las que se encuentra o crea, consciente o inconscientemente. En la pieza de teatro de la vida, ese personaje es nuestro Ego, la consciencia individual, la personalidad, la persona, la máscara que usamos para identificar y mantener nuestro personaje. Un buen ac

tor, cuando va a interpretar una pieza, se metamorfosea tan bien en su personaje que la platea, aun sabiendo que es el actor el que está allí, se identifica tanto con la imagen del personaje que llega hasta el punto de implicarse emocionalmente con su trama, de reír o llorar con lo que hace.

El Tarot enseña que todos somos actores interpretando un personaje. Cuando subimos al escenario de la vida, recibimos una máscara, una personalidad para presentarnos y representarnos ante la platea del mundo con nuestra propia identidad personal, nuestra manera individual de ser y de comportamos ante los demás y ante nosotros mismos.

Hasta ahí, así es. La función del actor es interpretar personajes. Necesita del personaje para «ganarse la vida», así como necesitamos de nuestra personalidad para expresar y apreciar la verdadera obra del Autor-Creador. A través del pulimento de la consciencia individual llegaremos a la experiencia de la consciencia espiritual. Convengamos que un actor sin personaje pasa su vida en vano, no ejerce su real vocación.

Aun así, por otra parte, el actor sabe que está apenas interpretando un personaje, y que, siempre que salga del escenario, volverá a ser él mismo. Es más, todavía sabe que podrá, por eso mismo, dar todo de sí al personaje, vivirlo intensamente, comulgando con él en todas sus tristezas y alegrías, con la única finalidad de hacerlo brillar, así, de la forma que él es, en el escenario de la propia vida. Y, todavía más, sabe que podrá vivir tantos personajes como piezas quiera interpretar.

Eso, así, ya no sucede en nuestras vidas. Nos olvidamos que somos actores y nos apegamos a nuestro personaje como si él fuera nosotros mismos, o nuestro propio Ser, nuestra verdadera esencia. Parece que esa máscara se quedó pegada a nuestro rostro y ya no podemos ver el rostro del actor que está detrás de ella.

Para el actor, lo que importa no son los objetivos del personaje, ni los trazos de carácter, sino la cualidad de interpretación que puede dar a ese personaje. Desempeñar bien su papel, cualquiera que sea, es fundamental para el buen actor. No importa que su personaje sea feo, pobre o mal querido, lo que importa es la vida que le da. Muchas veces vemos grandes villanos conquistando el corazón de la platea, en virtud del carisma y brillo que el actor le da.

Sin embargo, cuando el personaje asume el control de la pieza, nos quedamos prisioneros de sus ansias, miedos y deseos que forman parte del libre arbitrio de su historia personal. En la medida en que nos implicamos con ét asumimos su destino y gastamos toda nuestra energía luchando en contra o a favor del mismo. Nos quedamos enjaulados dentro del patrón ético y moral que el personaje ha asimilado para su carácter personal y también de los impulsos emocionales inconscientes que atormentan y dominan su corazón.

Así, dejamos de ser actores interpretando la vida para ser personajes corriendo detrás de ella. Para el personaje, la felicidad está en el éxito de la realización de su vida personal, en el tan ansiado «final feliz». Solo que ese «final feliz», en verdad, no existe. No es que tenga que ser infeliz, simplemente porque ese final no existe. Solo existe final para las expectativas del personaje, para la duración de su tiempo de vida en la pieza. Para el actor, cada final de la pieza de teatro será siempre la perspectiva del inicio de otra.

La verdadera felicidad está en la cualidad de interpretación que damos a nuestra vida y no en sus resultados favorables, no obstante, inevitablemente, pasajeros. Esta es la mayor función del Tarot: mostrar que la vida es una pieza de teatro, un juego, y que debemos, de hecho aprender a jugar, importando poco perder o ganar. Somos actores, actores interpretando un personaje. Su personaje, ¿ya ha pensado en esto?